Ceremonia exprés
AMLO y FC, místicos
Margarita en ¡Hola!
Julio Hernández López / Astillero
No parece encaminarse Enrique Peña Nieto a un día de campo en San Lázaro el primero de diciembre venidero. A pesar de que sus propagandistas insisten en bocetar un México de tranquilidad política e incluso de júbilo por el retorno del PRI al poder, y de que en la Cámara de Diputados la mayoría de las bancadas están gustosamente arregladas con los nuevos jefes, la ceremonia formal de asunción del mexiquense será significativamente breve y políticamente sordomuda.
Rapidez para desahogar el protocolo, pensando tanto en las protestas que podría generar Felipe Calderón al poner pie en ese salón legislativo, para cerrar el ciclo administrativo que comenzó allí mismo en 2006 en medio de una rijosidad insólita, como en las correspondientes al propio Peña Nieto y su manera mercantil de hacerse de la silla presidencial. El PRD amenaza con realizar algún simulacro de enojo político en las calles, afuera de la Cámara de Diputados, mientras adentro la mayoría de sus representantes protesta aplaudiendo con violencia al nuevo sol de Los Pinos. Morena, partido en gestación, también hará saber su oposición al arribo de Peña Nieto al poder, en un ejercicio meramente testimonial, casi de compromiso, pues de nada servirá lo que se haga en el último minuto cuando se dejaron pasar largos meses vitales para que se asentara el peñanietismo finalmente aceptado así sea como adversario frontal inevitable.