domingo, febrero 15, 2009

Traición a la patria y el bolillo

José de Nigris Felán

“El Producto Interno Bruto se va a desplomar”. “No sabemos cuánto dure pero va a ser muy fuerte el efecto”. “Van a quebrar las empresas, van a cerrar los comercios, los inmuebles van a estar vacíos”. “La energía y la gasolina se usan para subir la recaudación fiscal”.

Por frases como las anteriores se desató hace apenas unos días una serie de acusaciones y señalamientos del Gobierno hacia el señor Carlos Slim. Poco faltó para acusarlo de traición a la patria. Uno de los más vocales fue el Secretario del “Trabajo”, Javier Lozano, quien se atrevió a soltar la frase “debe cuidar sus palabras”. No me queda claro si fue una amenaza, una intención de callar voces antioficialistas, o de plano desesperación por parte de un secretario que no parece estar haciendo su chamba y prefiere armar una cortina de humo para pasar desapercibido, después de todo, si este es el sexenio del empleo y él es el responsable de la Secretaría del Trabajo (empleo), pues es su área una de las que deberían estar cumpliendo con el plan del candidato Calderón de hacer este el sexenio del empleo.

No paró ahí el secretario Lozano, continuó diciendo: “A Slim no le queda dar visiones catastrofistas cuando se ha hecho rico gracias a las condiciones económicas y del mercado en México, donde busca constantemente frenar la libre competencia y la inversión en telecomunicaciones”. Vaya revoltura de temas y aceptación de culpa o por lo menos demostración de que el Gobierno, y quienes mandan en ese Gobierno, han volteado para otro lado en lugar de poner orden en los sectores monopólicos del país. Si al señor Lozano le consta lo que dice, debería entonces enfrentar con toda la fuerza del Gobierno en sus distintos poderes al monopolista Slim. ¿O qué acaso quedará todo en un “usted disculpe” y volveremos a ver al señor Slim para arriba y para abajo como invitado especial de eventos oficiales?

El Secretario de Agricultura, Alberto Cárdenas, acusó a Slim de sentir gusto de que le vaya mal al país y “eso es mala leche”.

El director del IMSS, Juan Molinar Horcasitas, se subió al mismo tren y en lugar de ver la forma en la que el IMSS puede ayudar a reducir la mortalidad de las empresas y los despidos de trabajadores, mejor se envolvió en la bandera y mientras se aventaba al vacío le pidió a Slim ayudar haciendo más competitivo al sector telecomunicaciones. Claro, le piden al pirómano que apague el incendio.

El presidente Calderón no pudo evitar entrar al juego de vencidas y remató: “Pienso que todos estamos obligados a apoyar a México, particularmente, en estos momentos de dificultad y en especial quienes más han recibido de esta gran Nación”. Una de dos, o las empresas del señor Slim no generan empleos y no pagan impuestos o de plano el presidente Calderón sabe que Slim le debe algo al país, pero no se atreve a cobrarlo. Y así se la llevan, a puras declaraciones.

No se dan cuenta todos estos burócratas de carrera que les toca a ellos como gobierno, especialmente en momentos como este, poner en orden los distintos sectores y buscar medidas efectivas para hacer a México más competitivo y reducir los impactos de crisis globales. Parece como si lo único que quieren hacer, ya que lo repiten una y otra vez, es aclarar que esta vez no fue culpa de ellos que haya una crisis mundial, pero no se les ocurre que lo que los ciudadanos necesitamos no es un deslinde de responsabilidades de quién causó el choque, sino qué vamos a hacer con los heridos y si ya alguien llamó a la ambulancia. No pueden voltear para otro lado y fingir que lo relevante es determinar qué tan grave fue el choque, sino verdaderamente atender las consecuencias del choque.

Las medidas del Gobierno, los partidos y el Congreso siguen fundamentadas en los discursos efectistas y en el gigantismo gubernamental. No ven de otra. No les importa que haya prisa y prefieren hacerlo al ritmo del Gobierno, ese que va de lento a muy lento. No hay creatividad, no hay sentido de urgencia. Estamos esperando las migajas del banquete de Obama, cuando podemos por lo menos hacernos nuestro propio bolillito, por si acaso las migajas no nos caen. Lo peor de todo es que nuestros gobernantes y autoridades que manejan la política económica y fiscal no son idiotas, solamente prefieren parecerlo.

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